La polarización es mala. La segmentación, una trampa
La responsabilidad de las redes sociales en la creciente polarización de la sociedad es ya indiscutida en cualquier foro. Hasta los más fervientes defensores de esos ‘medios sociales’ (como se llaman allende nuestras fronteras) lo reconocen. Pese a no ser (al menos, eso esperamos) el objetivo principal de las redes, en su insaciable persecución del dato hiperpersonalizado, sus voraces algoritmos no son capaces de evitar un daño colateral que, dicho sea de paso, tampoco parece preocupar demasiado a sus programadores. Sin embargo, la polarización social (y económica, no lo olvidemos) es nociva para la salud de una sociedad democrática. De hecho, es una grave amenaza para la propia democracia. Sus consecuencias son altamente perjudiciales para el desarrollo de todas aquellas virtudes que una sociedad moderna debe perseguir. Y lo peor es la casi imposibilidad de combatirla sin recurrir a unas medidas tan drásticas que pocos gobiernos se atreven a aplicarlas, aunque bien es cierto que