No hay ROI que por bien no venga

El refrán castellano es bien expresivo: hay cosas malas que pueden causar otras buenas. Sin embargo, en este caso, queremos llamar la atención sobre los peligros de convertir en positivos ciertos datos que no lo son tanto y, lo que puede llegar a ser peor, sobre el grave error (muy habitual, por cierto) de analizar ciertos hechos despojándolos de la perspectiva adecuada. Empecemos por recordar que las obsesiones suelen ser siempre malas consejeras para el buen juicio. También en marketing y publicidad. Desde hace un tiempo, los profesionales del marketing han dejado de adorar al viejo Yahveh (el consumidor) para entregarse a la idolatría de ese becerro de oro al que, un tanto irresponsablemente, llamamos ROI. Esta obsesión (tal vez deberíamos referirnos a ella como ‘fanatismo’) se ha desarrollado de forma viral entre el nuevo clero marketiniano de los anunciantes, consiguiendo hacer creer a sus acólitos (internos y externos, propios y extraños...